sábado, 21 de septiembre de 2013

Un día, de camino a casa me interesó mirar a la gente que pasaba a los ojos. Descubrí que de algún modo nunca continuamos esa particular tensión entre dos personas. Casi siempre cortamos la conexión. Solo algunos devuelven esa sonrisa cómplice que no se sabe bien que significa pero asegura que nos entendemos.
¿Qué es lo que nos impide seguir con ese contacto? Será que los ojos dicen demasiado y tenemos miedo a que nos interpreten o nos descubran. Siempre con miedos. El miedo nos inhibe. Perdón, el miedo y la denominada "razón", que no tiene nada de razón y muchas veces se equivoca. Pero por algo lo hace, por lo menos yo elijo pensar así.
¿Y qué pasa que no podemos mirar a nadie? Podemos ver a alguien pero mirarlo solamente lo hacemos cuando estamos conscientes de que lo estamos haciendo ¿o al revés? ¿Ver es con intención y mirar es accidental? ¿Ver es querer ver? No importa, el hecho es que pocas veces observamos al otro y lo dejamos poder ser una parte de nosotros. No nos gusta ver ni dejarnos ver a los ojos.Tan solo nos miramos pero no queremos vernos. En realidad, ese día yo si los quería ver pero a mí muy pocos me querían mirar.
La mayoría de las veces detecté la misma mirada en la gente. ¿Quéquería decir? Era incomodidad, no sé por qué. Ah si, por miedo. Miedo por lo que dije antes. ¿Tendrían miedo a que los descubra? Miedo a que decifre eso que querían transmitir o transmitían sin querer. Era demasiada información para una simple desconocida que sabía tanto de ellos como ellos de mi, nada.

P.I.

Es increíble como se puede encontrar en una plaza un lugar de pertenencia, refugio, magia y una fuente de saber. Me abre la cabeza, me aguanta, vive conmigo y nos emparejamos. Aprende sobre mi y yo aprendo sobre ella. Me apasiona, me hace reflexionar y me indica mil y una señales. Cada paso, cada instante ahí tiene algo para brindarme.

Lo que tiene es que, por más de que sea siempre la misma, cada día es distinta. Es diferente como me siento yo y la gente que la llena. Es diferente como se ven los colores y las nubes del cielo. Aunque siempre están los loquitos de la plaza. Esos que siempre que voy quiero conocer. Los que un día se me acerco uno y tuve miedo de ir. A veces son más, otras veces menos. A veces esta la cuerda, a veces se suman las telas. Pero en esencia siempre están haciendo presencia. De alguna u otra forma coinciden con mis sentimientos y estado de ánimo. Emblemáticos y libres.

Es un lugar que me vio crecer y vi crecer a lo largo del tiempo. De la misma manera que yo cambie ella cambió. Años después, sentada de otra perspectiva y con otro propósito, vi mi vida pasar. El motivo era diferente al infantil, tal vez era hora de crecer un poco pero en ese momento me vi en el subibaja con mi abuelo y no podía creer que era lo que pasaba en ese instante. ¿Como había pasado de ser una niña a una adolescente? En el fondo era nada más que una nena en un subibaja de emociones, insegura de que si sube muy alto, luego caer. Eso era lo que era. Y eso mismo invadió mi mente. No estaba lista. Se me llenaron los ojos de lágrimas y no pude dar ninguna respuesta. No entendí como había ni cual era la propuesta y que implicaría. No era mi momento.

No comprendí como había cambiado tanto ese lugar y no conseguía recordar como era antes. Al igual que yo. Fuimos creciendo, remodelandonos, llenandonos y vaciandonos. Siempre juntas. Al igual que las personas entraban y salían, lo hacían mis sentimientos. Al igual que las palomas que se quedaban y después huían, lo hacían mis pensamientos. Al igual que los días grises y los días celestes, me encontraba yo. Y en todos los recuerdos que atesoraba, en todos los rincones estaban mis pasos.

Silencio sepulcral

Sueño, cansancio. Secuelas de la noche anterior. Efectos del no querer dormir. "La noche es hermosa" me repito una y otra vez en mi cabeza. Es hermosa. Hay algo muy místico en la noche. Es algo mágico y extraño que no me trae ningún otro momento en el día. Un ataque de inspiración y un vómito de pensamientos empiezan a aflorar en mi cabeza. Único momento del día en el que soy la dueña de todo. Los demás están físicamente pero no en espíritu, la que importa soy yo. La única que tiene el poder de hacer de esa oscuridad mi paraíso. Oscuridad y silencio. Único momento en el que en mi casa hay silencio. Mis horas favoritas. Los gritos de los demás ya no aturdían más a mis oídos. Ahora solo me puedo escuchar a mi, pienso. Solo escucho la voz interior. Solo yo podía opinar. Solo yo podía juzgar. Solo yo podía callar. Instantes perfectos, dueños de mi, dueños de ellos. 
La tranquilidad de la casa activaba mis ideas y las ponía en movimiento. Solo los objetos estáticos me podían distraer. Esos que de noche cobraban vida, tenían otro color. Todos estaban dispuestos para mi. El silencio los convertía. Tal vez era que me hablaban. Si, me hablaban con imágenes. El silencio de las voces me permitían escucharlos. Por fin habían callado las bocas que me contaminaban. Me agredían. Me degradaban. Unos minutos para disfrutar el pensamiento más profundo para descubrir quien quiero ser yo. "Debo encontrar la forma" pensaba y  cada tanto aparecía alguna respuesta en la monotonía de la noche.
Estas eran las cosas que hacían que amara quedarme en la soledad acompañada que las sombras me daban. Sola pero rodeada de almas en descanso que no podrían interrumpir.

Al día siguiente la perfección de la noche anterior se arrastraba sobre mi. Pesaban mis párpados e insistían en cerrarse. No había tenido suficiente tiempo para reponerme físicamente pero no podía permitirme desperdiciar el silencio sepulcral de la noche. El escaso sueño había secado mis ojos pero no mis pensamientos. Veía las cosas de otro modo, en cámara lenta y aparecían por todos lados. Me gustaba vivir así aunque ya me cansaba eso de ya no dormir. Me quemaba las neuronas y me empezaba a destruir


















lunes, 2 de septiembre de 2013

gris

Y en esa misma escena me vi encerrada. Yo abrazando al árbol, liberando mis tensiones, adorándolo. De los loquitos solo quedaban dos. Sentía que me miraba y pronto se fueron. En la plaza quedábamos muy pocos. En realidad yo recién habia legado...

Pero pronto me dijo que algo era hora de irse. Me miraban demasiado. Esos dos. En el banco. Me miraban y cuando me daba cuenta disimulaban y corrían los ojos, aunque yo me daba cuenta. Había una sensación extraña... Algo les interesaba de mi y a mi me inquietaba algo en ellos. En ese momento decidí que era hora de volver, tenia que pasar por donde estaban.Me alejé del arbol lentamente, acariciándolo y pronto me acerqué a ellos. No podía tan solo pasar, entonces me senté en uno de los bancos de ahí cerca. Dude en si tenía que pasar justo por enfrente. Quise obedecer mis impulsos pero en eso intervino la razón, los malos pensamientos que adquirí. Me puse a pensar que talvez me veían muy vulnerable. Era tan solo una nena de colegio que no elegía llevar dieciséis años. Mi edad era incierta y seguro vieron en ello un punto frágil.

Ese día algo raro estaba sintiendo. No sabía si era feliz. Por eso quise robarle un poco de felicidad a ese lugar, que siempre me presta, pero ese día estaba más vacío que yo. Sin embargo conservaba su espíritu y eso me hacpia sentir acompañada. Siempre nos sincronizábamos y eso me encantaba.

En eso me culpé por no seguir el instinto pero decidí tomar otro camino. Pasé por el medio del pasto, que no era más que un montón de tierra y pensé en volver a casa pero no quería. Había encontrado en esa plaza un lugar más propio que mi propia casa. Y de repente me surgió la primera oración. No quería desperdiciarla, por eso me senté en el banco más cercano a escribirla y después vino toodo lo demás.

Le encontré sentido a las señales  pensé que por algo lo había hecho. Por algo había parado. Talve para que escriba esto y en este momento lo estés leyendo.

martes, 6 de agosto de 2013

Liberando mi ser

Buscando la forma de liberar mi ser y recordar lo que soy me encontré escribiendo en un cuaderno. Ahí escribo reflexiones mias de ciertos pensamientos o sentimientos que quiero inmortalizar para cuando deje de ser asi. Creo que esta es la mejor edad para pensar y  la mirada que tengo de ahora no la quiero perder. Es simplemente una guia para la persona futura que sere para el momento que pierda el carril de mis convicciones. Si eso llega a pasar, aca estará hablandome mi yo de 16 años, recordandome que siempre seré esa persona que amaba al anochecer acomodarse en su rincón favorito de la cama bajo la tenue luz del velador. Esa persona que al escuchar el sonido de su mente dejaba derramar una lagrima sin saber como denominar la sensación que  le recorria el cuerpo. Esa misma que tantas veces sintió que las emociones iban mas allá de lo que las palabras podian nombrar y que no encontraba el adjetivo exacto para expresar lo que pasaba. A la que talvez no se le habia ocurrido pensar que al no poder expresar con claridad las emociones que se le presentaban aprendió a hablar el idioma que no usa palabras ni imagenes, el que todos tenemos pero solo unos pocos conocemos. Entonces, sin darse cuenta se empezó a apropiar de la lengua que mas le gustaba hablar, el del Universo. Ahi fue cuando dejo de torturarse buscando la palabra correcta a lo que sentia  y entendio que solo podía comprenderla dejando sentir mas y de esa forma transmitirselo a los que hablaran su mismo idioma.

Sin embargo, como siempre fue caprichosa, no se contentaba con que unos pocos la pudieran comprender. Entonces siguió empecinada en buscarle las palabras, pero las palabras iban cayendo y ella las escribia en el cuaderno. Las palabras no las pensaba, le salian de algun lugar que nunca entendió. Ella solo movía la birome segun la coreografia que su mente preparara para esa hoja rayada que esperaba ser llenada. Después de tener varios vomitos de su mente, empezó a pensar que no le gustaría que quedaran sepultados en un cuaderno salpicado y que en algún momento haría algo con ellos. Asi fue como una noche, sin buscarlo apareció la respuesta. Creyendo en las señales y dejandose llevar por su instinto fue como llegó hasta acá. Esa imagen de procedencia dudosa la guió. Y parecía encontrar su lugar...